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Eva Gracia Morales
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3 mar. 2019
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Balenciaga: compra hasta que caigan los parisinos

Traducido por
Eva Gracia Morales
Publicado el
3 mar. 2019

Una carta de amor a los parisinos, a las parisinas y a su obsesión con comprar en Balenciaga. Todo ello, presentado en un mastodóntico estudio de sonido cubierto de asfalto para convertirse en una enorme calle de una ciudad por la que los modelos caminaban como si llegaran desesperadamente tarde a una reunión o a una cita romántica.


Balenciaga - Otoño- Invierno 2019 - Womenswear - París - © PixelFormula


Fue un vasto desfile, con más de 100 modelos, y probablemente la colección más relevante de la temporada, pues reinterpretó vívidamente el ADN de Balenciaga: volúmenes, telas inesperadas y siluetas nobles llevadas a la dramática moda moderna.

Una vez más, el director creativo de Balenciaga, Demna Gvasalia, nos llevó al corazón industrial del norte de París, a la Cité du Cinema. Sentó a las 600 personas de su público bajo un enorme e iluminado techo que cambiaba de color durante el espectáculo. Unas señales a la entrada del desfile avisaban a los invitados de que los afectados por la iluminación estroboscópica se abstuvieran de entrar.

La pasada temporada, el modisto georgiano construyó un túnel vórtice en este mismo espacio; en esta ocasión, usó cada centímetro del lugar y eliminó a todos los fotógrafos de la pasarela, algo inusual en la moda, para crear “un ambiente en el que mostrar nuestro trabajo de los últimos tres meses”.

“Esta es mi visión moderna del estilo parisino. Revisando los códigos de Balenciaga de nuevo, pero a mi manera”, comentó Gvasalia.

De ahí la elección de los vestidos de estilo baby doll de Cristóbal Balenciaga, las múltiples versiones del abrigo cocoon y una buena selección de los abrigos acolchados que el modisto español hizo famosos. 

Sin embargo, no fue un homenaje fácil sino una precisa modernización de los códigos de la casa. Gvasalia experimentó con los patrones de la sastrería, empleando moldes en 3D y usándolos para exagerar las cabezas de las mangas. Además, se guardó un buen puñado de trucos de costura bajo la manga, de tal modo que sus chaquetas y pantalones se veían muy bien construidos, pero resultaban fluidos y sencillos una vez puestos.


Balenciaga - Otoño- Invierno 2019 - Womenswear - París - © PixelFormula


Hubo abrigos envolventes magistralmente cortados y en color rojo primario y verde botella. Todos sin botones, lo que Gvasalia considera retro, y con caída en la espalda, aunque de un modo diferente al de los años 50, cuando Balenciaga era el rey supremo de París. 

“Me enamoré de París de nuevo mudándome lejos. No hay Balenciaga sin París. Y esta es nuestra visión moderna de lo que significa hoy el estilo parisino”, dijo sonriendo Demna, que ahora vive en Suiza.

Además, el diseñador se volvió ligeramente loco: la mayoría de botas para hombre y de los zapatos de piel de mujer tenían una doble, brillante y plateada letra B. La B también apareció en minibolsos, bolsas de agua, hebillas, colgantes grandes, cierres de mano e incluso en el pulgar de muchas modelos. El nombre completo de la marca se podía leer en la espalda de abrigos de nylon con enormes cuellos o incluso siguiendo la diagonal en abrigos con hombros híper amplios, un aspecto clave de esta importante colección.

“No hay tiempo para un solo logo, pues van y vienen. Se trata de identidad. Puedo hacer esto por una o dos temporadas, o quizás durante cinco años”, insistió.

No hubo carrusel final en el escenario, un gran espacio de tarmacadam. Este asfalto se reciclará (Balenciaga es propiedad de Kering, una compañía comprometida con la sostenibilidad) y se usará en las calles de la ciudad, gracias a un acuerdo con la ciudad de París.


Balenciaga - Otoño- Invierno 2019 - Womenswear - París - © PixelFormula


“Es un símbolo de construir nuevos caminos en la moda a través de un asfalto que casi puedes oler aún”, dijo riéndose el diseñador georgiano, cuya familia se vio obligada a abandonar el antiguo país comunista durante su sangrienta guerra civil. Escapando a la cultura de consumo de Europa Occidental, un aspecto al que, desde luego, se hacía referencia en este desfile, en el que muchos modelos caminaron con bolsas de compras en las manos con más logos. Hace seis meses, el diseñador mostró imágenes de la torre Eiffel y recuerdos turísticos. Esta vez fue a por ello con un número de bolsas de compras suficiente como para avergonzar a Imelda Marcos.

“Es una oda a mis consumidores, esa es mi audiencia, gente que realmente va de compras, que ama la moda. Pocas veces salgo a la calle en París, pero, cuando lo hago, esto es lo que veo”.

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